Así como la Cuaresma es un tiempo de abnegación, la Pascua es un momento para regocijarse. El patrón de ayuno y fiesta se ve a lo largo del calendario litúrgico de la Iglesia. Es apropiado que el día más penitencial del año litúrgico sea justo antes del más feliz, es decir, el Viernes Santo antes de la Pascua.
Pero incluso durante la Vigilia Pascual, la lectura del Nuevo Testamento de la carta a los romanos nos devuelve a la muerte y al sacrificio. Nos pregunta: "¿No saben que nosotros, los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?"
Cuando renovamos nuestras promesas bautismales durante esta liturgia de vigilia, el celebrante nos recuerda que “a través del misterio pascual, hemos sido sepultados con Cristo en el bautismo”. Conocemos bien esta cita bíblica, y con nuestra comprensión del triduo pascual, reconocemos que este no es el final de la historia.
Sí, el Viernes Santo da paso al domingo de Pascua. En este gran ayuno de Cuaresma, estamos llamados a unirnos con la muerte y el entierro de Cristo. Nuestros sacrificios, ya sean grandes o pequeños, ofrecidos en oración a Dios Padre, nos llevan a la unión con el sacrificio de Cristo. Debemos asumir nuestros sacrificios con humildad, no sea que nos sintamos humillados por no cumplir con las promesas excesivamente celosas y extravagantes.
Uno de los santos más grandes de la Iglesia, San Vicente de Paúl, nos guía: “El arma más poderosa para vencer al diablo es la humildad. Porque, como él no sabe en absoluto cómo emplearla, tampoco sabe cómo defenderse de ella".
Es con humildad que tenemos la oportunidad de ofrecer un sacrificio que podamos cumplir esta Cuaresma, pero también uno que nos rete. Al llegar a la Pascua, habiéndonos unido al sufrimiento de Cristo durante 40 días, realizamos el giro contenido en las lecturas y oraciones de la Vigilia Pascual: “Así también nosotros andemos en novedad de vida”. (Rom 6:4)
San Pablo promete en su carta a los romanos: "Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección".
Ruego que su jornada durante esta Cuaresma le haya ayudado a acercarse más a Cristo. Y al acercarse más a Él, espero que su celebración de Pascua esté llena de gran alegría.